TOROS EN SEVILLA

El blog taurino de Víctor García-Rayo. La pasión por el hábitat natural del toro de lidia. La fiesta, el amor por el animal más hermoso del mundo. Centrado en Sevilla y en su provincia, una ventana taurina que se abre al mundo. Cultura y amor por la tauromaquia.




sábado, 11 de mayo de 2019

PEPÍN, PEPÍN, PEPÍN...







Esta sacudida que ahora siento aquí, dentro del alma, es fruto de una emoción que no será capaz de explicar en esta crónica, lo sé. Porque hay cosas que no se pueden describir si no es llorando, y ya vengo llorado de la plaza. Nunca supe contar con las palabras exactas lo que siento por ejemplo cuando pasa el Gran Poder. Y no voy a lograr volcar aquí mis lágrimas de esta tarde. Lo sé. Y lo siento.
Cuenta la historia del toreo que hubo en un tiempo un matador de toros hijo del "Señó Curro" que revolucionó de tal forma el concepto y la manera, que Sevilla herró a fuego en su corazón un corte de intérprete universal y misterioso. Por su naturalidad, por su belleza en la ejecución, por su gracia natural y su templanza en la forma y en el fondo. Se llamaba Pepín y fueron sus apellidos Martín Vázquez. Está escrito que a Manolete le dolía la cabeza con aquel torero que una tarde en Valdepeñas sufrió una gravísima cornada que le quitó los ánimos para seguir adelante. Pero las crónicas dicen que dejó aquel torero  una huella de tal magnitud que ni los más gigantes de la historia de la tauromaquia lograron abrir los cerrojos de aquellas cadenas a las que amarró Pepín con su toreo los cimientos de este noble arte.
Ayer, 10 de mayo de 2019, escuché a los más viejos aficionados pronunciar su nombre. Pepín, Pepín, Pepín...Vi a personas llorar (cuando mis lágrimas me dejaban) y vi cómo se abrazaban los desconocidos y algunos caballeros tiraban a sus señoras por los aires de la emoción tan grande que provocó ese joven sevillano -Pablo Aguado- en el rubio ruedo de la plaza de toros más hermosa del mundo.
La faena de Aguado a "Cafetero" (gracias Borja Domecq por criarlo) es un derroche de torería de tal calibre que aún a esta hora se torea por la calle, se sueña y especialmente se lamenta el aficionado que no presenció a los pies de la Giralda esos minutos de arte del toreo sevillano medido, sentido, soñado y ejecutado. Crujió Sevilla y su recinto taurino, los cimientos del toreo y las columnas de Hércules. Histórico, memorable. Un sueño. Cuando Pablo Aguado decidió que era suficiente su idilio con "Cafetero" pidió la espada con la gracia de un artista único y lo mató con la dignidad debida. Dos orejas macizas, redondas. Los aficionados se frotaban los ojos, se tocaban el pecho y alguno caía sentado en su localidad, rendido, hundiendo su cara entre las manos, asimilando el milagro del toreo, la fiesta universal, lo nunca visto si no se acude a la plaza una vida entera.
Pablo Aguado derrochó otra vez torería sin límite ante el sexto, que no empujó tanto como su hermano de camada. Pero entre el torero, inspiradísimo, y la plaza empujando, lograron parir de nuevo un milagro fantástico. Dos orejas otra vez. Tarde memorable, incuestionable. Aguado además había respondido como un rayo a un quite del maestro Morante y había derrotado con la bandera de la sublime torería la imponente manera que tiene Roca Rey de jugarse la vida. El toreo era una fiesta y me acordé del padre de Pablo, del olor a incienso y azahar por San Vicente, de mis mayores, de mi padre que me enseñó a amar el toreo. Caí derrotado. Ya no podía más. Sentía mucha felicidad, demasiada...Había sonado la música para su toreo incluso con el capote y sonaban los pasodobles de mi niñez en el fondo de mi alma.
La faena de Morante al primero, aún sin continuidad, estuvo preñada de detalles. Aunque de su tarde lo que merece la pena destacar es su entrega, su disposición, sus ganas de no caerse del carro de la fiesta de la emoción. Su deseo permanente de reivindicar quién es y qué es en el toreo. Toreó de forma sublime y personal con el capote al cuarto, se echó de rodillas para empezar la faena de muleta y a pesar de las intermitencias en la faena, el artista de La Puebla derrochó sobre su ruedo el firme compromiso con el trono. Sacó al toro quinto del caballo con el quite del "bú", replicado inmediatamente por Aguado. Hicieron crujir los tendidos de la emoción.
Roca Rey se jugó la vida a carta cabal. El recibo a portagayola, con largas cambiadas y faroles lograron que Tejera -que está echando una magnífica feria mal leída por un sector de la afición- hiciera volar al aire la dulzura de sus instrumentos. Enormes Viruta y Juan José Domínguez con capote y banderillas y enorme un matador que le pudo el corazón a las astas de un toro que no duró. Por encima el diestro que arrancó una merecida oreja, otra, en Sevilla. También sirvió el quinto, pero no vimos al mismo torero, sino a un artista algo más afligido, también afectado por cierto por los porrazos, delante de otro toro que sirvió. Estuvo dispuesto pero a esa hora se hablaba de Aguado, se esperaba a Aguado, se soñaba con Aguado.
La corrida de Jandilla fue extraordinaria, la tarde también. No cabía ni un alfiler en la plaza de la Maestranza y a la hora en la que llevaban a hombros a un torero sevillano por la Puerta de Príncipe, un hombre lloraba en la acera del río, contemplando la escena, mientras escuchaba a un viejo aficionado que con su gorrilla calada y los años en los andares iba murmurando de vuelta a casa...Pepín, Pepín, Pepín.






FICHA.
Seis toros de JANDILLA. Bien presentados, bravos, con casta y nobleza en general. Corrida muy buena en conjunto, muy completa, importante. Seguramente de las más completas lidiadas en esta plaza últimamente.


MORANTE DE LA PUEBLA. (Silencio tras aviso y oreja tras aviso).
ROCA REY. (Oreja y ovación).
PABLO AGUADO. (Dos orejas y dos orejas9).


Pablo Aguado salió por la Puerta del Príncipe.

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