In extremis…un trozo de
gloria
José María Manzanares
convence a “su” plaza en el último toro de una encerrona que no marchaba por
buen camino. Un ejemplar extraordinario de Juan Pedro Domecq, “Guasón” 197, al
que se le pidió la vuelta al ruedo y una afición que empujaba al torero,
provocan la reacción de un diestro que hizo soñar a una plaza llena con su
actuación en el último toro de la corrida. Dos orejas en el último capítulo y
un trozo de gloria para Manzanares.
El segundo, de Domingo Hernández, gazapeó y embistió
más franco en las primeras arrancadas para bajar el tono en los siguientes
muletazos. Solvente el torero en la cara de este ejemplar. Sin embargo el
tercero, el de Victorino Martín, provocó un bajón notable en la tarde de la
encerrona del diestro de Alicante. Espectacular actuación de Juan José Trujillo
–toda la corrida, cumbre- y Blázquez en banderillas, que escucharon la música de
la Banda del Maestro Tejera. El toro fue exigente, muy exigente. Pedía que el
torero se cruzara y ganara la acción en cada muletazo. Quedarse al hilo era
perder la batalla. De ágil cuello y manos siempre rápidas, este “Vengativo” era
toro de apostar a un altísimo nivel. Trance muy delicado para un torero no
acostumbrado a este tipo de reacciones. Lo pasó también muy mal con la espada.
Sin fuerzas el cuarto, de El Pilar, llegó a la
muleta sin poder pasar, prácticamente andando. Era imposible remontar la tarde
con un oponente que apenas se desplazaba. Se marchaba la tarde sin pena ni
gloria para José María Manzanares. En los medios, el diestro tuvo que abdicar
muy pronto para marcharse a por la espada. Todo estaba cuesta arriba.
El quinto, sobrero de Juan Pedro, obedeció al torero
y se arrancó reiteradamente a los vuelos de la muleta de un diestro que parecía
estar desalmado a esta hora, sin darle importancia a su propia obra.
“Guasón”, un toro de
bandera
La situación era delicada, difícil, hasta que el público
de Sevilla, que adora al torero, arrancó de forma espontánea en una ovación
mientras el artista de Alicante aguardaba la salida de su último cartucho. Tan
emotiva fue la ovación, que el torero no dudó en reaccionar y atravesar la
arena para recibir al toro sexto a portagayola. ¡Hasta tres largas cambiadas le
pegó a Guasón”! La plaza se venía abajo.
Por si algo faltara, otra vez la cuadrilla titular puso la Maestranza boca
abajo con una actuación en banderillas en la que saludaron Curro Javier y Luis Blázquez
por delante, y el lidiador Juan José Trujillo después cuando el maestro le
obligó literalmente a quitarse la montera. A partir de ahí, el único brindis de
la tarde, y una faena cuajada, de entrega por fin y una dosis altísima de
torería. Toro cumbre y torero rompiéndose por la causa. La afición se volvía
loca. Con el público en pie y el alma de Sevilla entregada a las manos de
Manzanares, llegó la estocada recibiendo y dando el pecho que culminó la gloria
in extremis. Tan memorable fue la vuelta al ruedo que el respetable le pedía de
forma insistente al torero que lidiara el sobrero que quedaba en los corrales.
No hubo lugar y la noche llegó a Sevilla con el recuerdo de un toro de bandera
y una faena torerísima que “salvaba” la encerrona de Manzanares en la
Maestranza, una apuesta que ha vuelto a mostrarse como empresa altamente
peligrosa y difícil.
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