Gonzalo Caballero arrancó in extremis la única oreja de la novillada que inauguró la feria de San Miguel. Lo hizo con la decisión que está marcando sus primeros compases en la bendita profesión que ha elegido. Todo pundonor, entrega y apuesta por el tiempo y el espacio. Caballero se dejó matar y ganó. El trofeo lo traía la cabeza del único novillo que sirvió de toda la tarde, el sexto. Quietud y valentía en la actitud de un torero que nunca se vio superado.
Antes de ese único momento de luz vivido en el Arenal sevillano, el joven Caballero ya había dado cuenta en el ruedo del Baratillo de un ejemplar que había llegado sin alma al último tercio. Toda la novillada terminó parada delante de las muletas.
Rafael Cerro se enfrentó primero a un novillo sosón, noble, con la raza demasiado justa. Buscó las tablas cuando Cerro le apretó por abajo. El torero entró a matar derecho pero la espada se le fue abajo. Después se fue a los medios para recibir al cuarto. Salió el extremeño a por todas a pesar de que el encierro de Juan Pedro no estaba embistiendo. Comenzó además su faena de muleta clavando las rodillas en el albero. Se paró el novillo, pero Cerro había decidido poner toda la carne en el asador. Al segundo muletazo el animal echaba el ancla al suelo. Era imposible. Rafael Cerro estuvo dispuesto toda la tarde.
Angulo se fue a la boca de riego pegándole lances al segundo de la tarde. Este novillo fue protestado por su falta de fuerzas, una ausencia de empuje que se mantuvo durante toda su lidia. Perdió las manos, no permitió que el torero brillara pero no evitó un estoconazo soberbio de su matador. Noble y parado el quinto, Tomás Angulo le construyó una faena de mérito. Todo lo hizo el torero, que manejó tiempos y distancias con torería y destreza. Bien Angulo en la cara de un ejemplar que había lidiado “El Suso” con torería. Espadazo de nuevo con nota sobresaliente y vuelta al ruedo para el torero, otra vez bien en Sevilla.
(FOTOGRAFÍAS DE JOAQUÍN CORCHERO ARCOS).
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