TOROS EN SEVILLA
El blog taurino de Víctor García-Rayo. La pasión por el hábitat natural del toro de lidia. La fiesta, el amor por el animal más hermoso del mundo. Centrado en Sevilla y en su provincia, una ventana taurina que se abre al mundo. Cultura y amor por la tauromaquia.
domingo, 23 de septiembre de 2012
¡APOTEÓSICO!
El Príncipe de Sevilla, José María Manzanares, abre por tercera vez la puerta del
toreo y culmina una cita histórica en la Real Maestranza en una tarde para enmarcar. El compromiso del torero de Alicante, su torería y su honestidad delante del toro provocan un nuevo capítulo en la historia del toreo reciente. El brillante cierre de la Feria de San Miguel culmina un ciclo en el que ni la novillada del viernes ni la corrida del sábado merecen más comentario que el olvido si no fuera por la oreja que cortó el novillero Gonzalo Caballero.
El Príncipe indiscutible de la Maestranza
Cuando pasen los años y caiga el tiempo sobre las estaciones de los calendarios, quedará en el recuerdo de los presentes una tarde de toros en la que el compromiso del héroe –Manzanares- brilló con tal torrente de luz que posiblemente haya iluminado para siempre la fecha en la que se firma la presente crónica. Y es que los artistas del toreo –héroes- conocen bien las tardes que hay que echarse a las espaldas. Lo ha hecho en Sevilla José María Manzanares y no ha sido un sueño, todo es tangible como el momento en el que izan al diestro para entregarlo a Sevilla cual ofrenda de la afición a la madre ciudad que sueña parir hijos como éste. Se ha ido dos veces a la puerta de toriles, ha pisado el terreno de los temores y ha traspasado la raya de todos los peligros. Y todo ello con una torería tan personal y rotunda, que podemos estar hablando de una de las tardes –si no es la primera- más importante de su vida.
Tejera no pudo evitar hacer sonar su prestigiada música después de ver torear a Manzanares con el capote a su primero. Cumbre. En el tercio de banderillas llegó el momento difícil de la tarde. Luis Blázquez fue cogido por el toro para caer debajo del estribo. El animal estuvo más de medio minuto –una eternidad- con el torero en el suelo, acurrucado. Nadie podía quitárselo de encima. Se escapó de milagro. También regateó al destino el matador con la muleta, que sufrió una cogida muy seria, pero lo más importante fue el empaque de los veinte muletazos a un toro que agradeció el mando como el respetable agradecía la rotundidad del toreo caro, el que se hace despacio, el de oro. Estocada recibiendo y plaza que se viene abajo. Sevilla a los pies de su Príncipe. Dos orejas macizas.
También recibió a portagayola al tercero, aguantó tarascadas y coladas. El toro, de Juan Pedro, era un muñeco de bien hecho. En la lidia, la “cuadrilla de oro” puso sobre el albero un espectáculo único y de nuevo Tejera tuvo que hacer sonar el pasodoble en honor de Trujillo, Curro Javier y Raúl Blázquez. Llegó sin embargo moribundo a la muleta. Algún problema físico se adueñó de la voluntad del toro, que buscó echarse en todo momento. El quinto fue un toro, también de Juan Pedro, que pedía un torero que lo fuese haciendo, que elaborara la faena, que inventase el episodio. Manzanares lo hizo tirando de sitio y distancia. A partir de ahí cimentó una faena torerísima, jaleada con pasión verdadera. Oreja y tercera Puerta del Príncipe, la suya, la que Sevilla le ha entregado. Lo de Manzanares esta tarde en la Maestranza ha sido apoteósico…
Talavante, a gran nivel
Era de esperar, teniendo en cuenta la raza del extremeño, que Talavante no quisiera quedarse atrás en una tarde tan especial. Y así fue. A portagayola se fue a recibir al segundo. Estuvo por encima del colorao de Cuvillo que tiraba su hachazo por el izquierdo. Firme, muy decidido el diestro que fue ovacionado por el público. El cuarto, de Juan Pedro Domecq, fue protestado en los primeros tercios de la lidia. Lo mantuvo el presidente y acertó, porque el espada cuajó una faena ligada en las cercanías, en ese terreno en el que pocos hombres están a gusto. No faltó el buen compás en los muletazos y acertó también el torero en la medida de la faena, muy centrada y cerrada en matices. Espadazo y oreja merecida para un Talavante que estuvo a la altura de las circunstancias.
Se pegó además un arrimón delante de dos pitones muy serios, los del sexto de Cuvillo. Es cierto que el toro transmitía con importancia, también es verdad que se coló en un par de momentos y que se revolvía buscando las piernas del espada. Talavante estuvo firme. Este ejemplar presentaba más dificultades de las que dejaba ver al tendido. No era fácil estar delante. De hecho se la jugó de verdad….de verdad.
Bien en general Alejandro Talavante en una tarde de gran compromiso en la Real Maestranza, una plaza que vio como Manzanares atravesaba la Puerta del Príncipe y se asomaba a hombros a su río Guadalquivir.
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