SEGUNDA DE SAN MIGUEL
La tarde del extremeño en la Maestranza fue maciza,
consistente, torerísima, serena, cerrada y completa. Le faltó matar al sexto,
sí, pero su actuación ante los dos cinqueños de Matilla fue de las que
convencen. Rayó Perera a un nivel altísimo en el albero sevillano.
“El Cid”, dispuesto
Subrayemos de la tarde de Manuel Jesús “El Cid” su
disposición desde el principio, sus ganas para echar adelante el brillo de la
tarde. Le otorgó a su primero la suavidad que le pedía y el torero de Salteras
acertó de pleno. Dulzura y nobleza que provocan el encuentro de toro y torero
en un episodio que sólo bajó por el pitón izquierdo. Extraordinaria calidad del
animal y pausa torera en las manos del matador. Buen toro. También embistió el
cuarto, cuyos momentos más brillantes en los encuentros con “El Cid” llegaron
de nuevo por el pitón derecho. Vimos muletazos de extraordinaria ejecución y,
sin ser una faena rotunda, alcanzó varios momentos de compromiso por parte del
torero. Buen lote y buena disposición del espada.
La tarde de Sebastián Castella pasó en blanco. En el
primero de su lote vivimos una primera parte cuajada de emoción con los pares
de banderillas de Javier Antón y Vicente Herrera, con la lidia extraordinaria
de José Chacón; y una segunda parte, la del tercio final, con una faena
imposible ante un toro encogido que no podía ni desplazarse. El quinto fue
soso, y la faena fue sosa, y no hubo transmisión alguna. Se desplazó este
ejemplar lo justo. Fue el toro peor presentado del encierro.
Lo de Perera merece enmarcarse. Perdió un triunfo
importantísimo al fallar con los aceros ante el sexto. Quede negro sobre blanco
que, seguramente, ha sido de las tardes más rotundas de este torero en la
Maestranza aunque sólo cortara una oreja.
Joselito Gutiérrez y Guillermo Barbero brillaron con
los rehiletes antes de que Perera, ya decidido con el capote, firmara una faena
maciza, tragando de verdad y en plenitud torera. El toro se sintió sometido por
un diestro que armó su actuación con la serenidad, el valor, la torería y la
capacidad de los elegidos. El animal desarrolló incluso sentido pero nada
amilanó a un torero que puso en pie a la Maestranza. Estoconazo y sensación
general de haber visto a un torerazo capaz, extraordinario. Se fue a la puerta
de toriles a recibir con una larga cambiada al toro que cerraba tarde y le
formó un lío con el capote. Su tarde buscaba el merecido epílogo de puerta
grande en Sevilla. Esta vez se quitaron la montera Juan Sierra y Barbero. Y de
nuevo llegaron los altos vuelos. Perera a lo suyo, brillar en la cara de un
toro que embestía profundo por el pitón derecho y mostraba alguna dificultad
por el izquierdo. De nuevo la mano baja, la raza de un matador cumbre en una
tarde compacta. El torero lo tenía todo hecho…y falló con la espada. La plaza
en pie le tributó una ovación difícil de olvidar por la sinceridad, la misma
sinceridad que tuvo la actuación de Miguel Ángel Perera en la Real Maestranza de
Sevilla.
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